Nací en una bella ciudad de El Salvador, “Santa Tecla” en el año de 1963. Mi madre tuvo la suerte de ser madre soltera, en su momento posiblemente despreciada por sus padres, que al final nos recogieron de nuevo en su casa y quienes me criaron con mucho amor y me inculcaron los valores de lo que ahora soy — crecí en ese hogar.
Mi madre al final tomo un rol como mi hermana valorando yo más tarde el amor de madre (cuando yo fui madre) transcurrió el tiempo, crecí y con muchos deseos de estudiar y llegar a ser alguien en la vida y tener mi familia con el propósito enorme de que mis hijos siempre tendrían a su mama y papa juntos.
Luego no pude entrar a la universidad pues los problemas de guerra en mi país no permitían estudiar en la universidad nacional y la universidad privada era muy costosa pues carecía de apoyo económico. Luego emigramos hacia los Estados Unidos y por problemas de acoso sexual por parte de un tío me regrese a mi país.
Comencé a trabajar y a los tres años más tarde me case, llena de muchas ilusiones. En ese intervalo de tiempo, estudie en la universidad tres años de derecho. Ya trabajaba, y podía costearme los estudios. Luego tuve la bendición de ser madre después de tratamientos de fertilización y llego una bebe preciosa, mi amada “Andrea Consuelo” y a comenzar el tan esperado roll de mama y papa. Dentro del matrimonio se daban escenas de maltrato el cual yo trataba de no darle su nombre y luchaba y excusaba al padre de mis hijos. Ya más tarde, seis años después, nació mi amado Miguel Ernesto. Para ese entonces yo había dejado mis estudios.
“Para mí no hubo más que mi hogar y tenía mi trabajo, mis hijos creciendo y yo cerca de ellos.”
Venía a E.U.A. a comprar mercadería para sacar dinero extra y poder así tener una mejor forma de vida. Mis hijos crecían con su padre y madre. El maltrato físico, verbal, psicológico se dio más fuerte. El padre de mis hijos se hacía adicto al licor, todos los fines de semana eran terribles. Tuve muchas enfermedades sexuales y todavía así no reaccionaba.
El tiempo iba pasando, mis hijos crecían y la economía de la casa cada vez peor a pesar de que el padre de mis hijos es profesional (lo cual yo contribuí a que él se graduara) pero cada vez era peor. Me culpaba a mí de los problemas económicos muy a pesar que era yo quien aportaba más al hogar. Estuvimos veintidós años juntos. Luego hubo una separación pues él se fue de la casa, después una reconciliación, para terminar en una fuerte golpiza y la separación final pues acudí a las autoridades. Después de tener ayuda psicológica y aun con mis sentimientos destrozados, mi hija se vino para los E.U. ya que ella nació aquí (gracias a Dios). Mis hijos son mi mayor bendición. Luego meses después mi hijo y yo emigramos definitivamente a este país.
Estamos saliendo adelante con la ayuda de nuestro padre Dios. Mi hija toda una mujercita luchadora, estudiando y trabajando. Ella es mi ejemplo, muy luchadora, el apoyo más grande que tengo. Mi hijo un jovencito que a pesar de todos los cambios a los que se ha visto enfrentar (los ratos que la vida le ha presentado) pues a sus diez-y-seis años tuvo que dejar su colegio y venir a sacar su high school, otra idioma, a hacer nuevos amigos y ahora en la universidad sacando su ingeniería (por que mis dos hijos serán ingenieros civiles en el nombre de Dios). Ellos me animan a seguir adelante, a trabajar a diario y a buscar ser una nueva mujer. Una mejor madre, una mejor hija de Dios.
Mis hijos son mi mayor orgullo y sigo adelante.
La cronista Cecilia I. Villanueva Sánchez es una madre salvadoreña, orgullosa de sus hijos.