El revolotear de una mariposa


Me llamo Milagros Ramírez.  Soy salvadoreña y estoy muy orgullosa de ser quien soy. Primeramente, porque cuando eres una mujer, una mujer latina, tienes muchas historias que contar. Historias que a todo el mundo le podrán tal vez inspirar o impresionar porque pueden ver de dónde vienes, por qué has llegado hasta aquí. Lamentablemente son pocas las personas que se toman un momento para poder ver un poco de lo que tienes dentro.

“Vengo de sobrevivir. Me pregunto por qué he llegado hasta este punto, pudiendo haber muerto hace años. Pero me alegra haber sobrevivido y saber que cada ser humano tiene un papel que jugar en la historia. Tal vez, el mío es el de relatar, el de recordar a las personas que hace tiempo se fueron pero que viven en los recuerdos de cada quien, en mi corazón y en muchas otras personas más.”

Pero, quiero contar un breve relato de mi vida.

Desde pequeña me vi como una persona completamente alegre. Me gustaba tanto correr con mis hermanos por el campo. Con los pies descalzos, no porque me gustara sino simplemente porque no teníamos calzado qué ponernos. Pero eso no importa cuando uno se siente feliz.  Eso es algo que conforme el tiempo pasa, empiezas a pensar:  ¿por qué estás descalza? Pero en ese tiempo, era tan maravilloso correr por el campo. Lo malo es que conforme el tiempo pasa te vas haciendo mayor y empiezas a ver tus realidades.  Cuando empiezas la escuela, empiezas a ser discriminada aún por tu misma gente, por tus vecinos que te miran por ser hijo de dos personas completamente extrañas como era mi padre, una persona anti-social y un borracho; y mi madre, una mujer que solo se dedicaba al trabajo.

Entonces, nuestros vecinos pensaban que podían hacer con nosotros lo que quisieran.  Pero, eso no importaba por más trabajos que nos pusieran; si uno lo hace para comer eso es maravilloso. Nunca me pesó ir a lavar platos a donde estaban los vecinos, nunca me pesó ir a traer niños a escuelas, si a cambio me iban a dar para que yo comiera.  Para mí, algo maravilloso ha sido ganarme la vida de esa forma. Esperando a que mi madre llegara también, que por lo general llevaba vegetales a veces medio pudrir, y quesos que eran las orillas de los verdaderos quesos. Eso era lo que teníamos, el privilegio de comer. Pero, cuando uno es niño eso es maravilloso, no te pesa hacer eso. Es tan hermoso sobrevivir y saber que tienes un techo que no importa cuántos agujeros tenga, no importa lo que sea uno porque estás sobreviviendo y estás con las personas que amas.

Pero el tiempo no se detiene y corre y tú te vas haciendo viejo y llegan las responsabilidades. A veces es tan triste pensar.  Te estás haciendo adolescente y ¿vas a traer hijos a este mundo a sufrir lo mismo que tú has sufrido?  Pero, sobrevives, tienes una esperanza porque hay algo que el pobre nunca deja y es la esperanza de que el día de mañana será mejor, y te acuestas y piensas: mañana será mejor que hoy, tal vez mamá venda más y tal vez pueda traer por lo menos un pedazo de carne para comer, porque es algo que para nosotros los pobres es un privilegio comer. Pero así sobrevives. Lamentablemente cuando llega el tiempo en la adolescencia, empiezas a darte cuenta que todo alrededor parece que se conjuga para estar en contra tuya por ser quien eres, la gente te menosprecia; a veces piensan que nunca vas a superarte, que siempre vas a vivir en esa pequeña champa.

Realmente son las bendiciones de Dios y el pensamiento que todas las personas tenemos de superación. Y sales adelante, y logramos salir adelante, sobrevivimos una guerra. Pero, para mí la guerra comienza en tu casa, cuando tus padres y tus familias no se llevan bien. Allí comienza la verdadera guerra. Pero superamos esas etapas, somos diez pero cada uno vive una vida diferente. Yo viví la mía. Me siento orgullosa de ella. Me siento orgullosa porque al casarme y tener a mis hijas, sobreviví un cáncer, un cáncer que pensaron que podía ser terminal.  Pero en su misericordia, Dios le permitió la vida a mi hija y me permitió mi vida.

Entonces, digo ¿por qué te haces fuerte cuando las personas te dicen que te queda poco tiempo de vida?

No me lo han dicho una vez, me lo han dicho más de una vez, pero aquí estoy. Entonces, si mi historia ayuda a fortalecer la vida de muchas personas… es para los que piensan que porque te dan una mala noticia hasta allí llegó. Mi vida ha estado llena por completo de malas noticias. Pero yo aquí estoy – sobrevivo. No sé si la enfermedad un día me va a ganar, pero cada día le gano la batalla a la enfermedad. Porque no me voy a dejar derrotar por una crisis, no me voy a dejar terminar mi alegría porque me digan que mi corazón puede fallar en cualquier momento, no.

“Es que son enfermedades que las mujeres agarramos en el tiempo por no sacar nuestros sentimientos a flote, por no decir lo que sentimos.  Por no decir: ya no me moleste. Por no decir a nuestros padres: ya no peleen. Por no decir a nuestros hermanos: no abusen de nosotros. Por no decir a nuestros entornos, a nuestros empleadores: por favor, no abuses de mí. Siempre estamos nosotros guardando eso que luego se nos refleja en enfermedades. Pero hay algo especial en las mujeres porque no perdemos la alegría, no perdemos la esperanza. Porque cada cosa que hacemos, la hacemos con la alegría de ser un ejemplo para nuestros hijos. Lo hacemos para que nuestros hijos salgan adelante. Para que otras personas vean el empeño que ponemos en querer sobrevivir. Nuestra mente y nuestro anhelo es seguir adelante. Es así de grande.”

 

La cronista Milagros Ramírez es una niñera indocumentada que vive en San Francisco y está escribiendo su autobiografía titulada Cuento de una Niñera: Creciendo en la Violencia de El Salvador. Milagros está en busca de una casa editorial que publique su manuscrito. Ella asistió al taller de MiHistoria titulado Compartiendo Historias de la Experiencia Latina llevado acabo en la biblioteca pública de Oakland, César Chavez.

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