La decisión


Me llamo Elida Leal y voy a contar una breve historia del año 1992, fecha en que llegué a Estados Unidos. Me vi obligada a salir de mi país por problemas políticos y vine sola con mis hijos. Crucé montañas  y fronteras (con) ellos muy enfermos en el camino y esto me ha sido muy difícil para mí porque vine a un país donde no tengo familia, no conozco absolutamente nada del sistema escolar y también por la pérdida de una persona muy querida para mí, mi abuela, quien fue como mi madre. Y en todos estos años ese fue el precio que pagué por venir a este país.

Por otra parte, estoy muy agradecida porque tengo dos hijos, para mí maravillosos, que han salido adelante. No conocía el sistema y nivel educacional aquí, pues hice todo lo posible por enterarme para que mis hijos tuvieran una educación mucho mejor que la mía. Aunque tengo mis estudios profesionales no pude llegar a la universidad. Siempre sigo con los recuerdos de mi país, ¿verdad? Y algún día no sé si regresaré o me quedaré aquí con ellos. Para mí es tan difícil contar todo esto, me gana más el sentimiento.

“¿Cómo llegamos? Caminando. Yo llegué. Crucé todo México pero desde Guatemala. Tuve que cruzar las dos fronteras– de Guatemala, para México. Y ahí fue una decisión bastante difícil porque yo no tenía ni idea como era el camino.”

Mi dijeron: puedes agarrar un coyote y él te cruza; pero, jamás en mi vida pensé que era algo tan arriesgado. Y tuve que tomar la decisión en cinco minutos cuando me vi con la persona que me fue a entregar al hotel me dijo: “Vamos a cruzar hoy para México”. Y yo nunca me imaginé; pensé que íbamos a ir en carro y todo. Pero no, mi sorpresa fue que me llevó a un río, que vi una balsa, no balsa sino que una marea con dos llantas de hule. Me dijo: “Ponga los niños y tú camine”. Yo me quedé: ¿Qué? Aquí es donde voy… “¿Tengo que ir con ellos?”

“No tienes otra opción.”

(Mis hijos) cinco y tres (años), dos niños pequeños, prácticamente bebés, Y para mí fue difícil porque ¿me voy? ¿Me quedo? ¿Qué hago? Eran cinco minutos. En ese tiempo estaba yo sola prácticamente con los niños y fue una decisión para mi bastante difícil. Porque decía yo: si me quedo, qué va a pasar con mis hijos y si me voy, es algo desconocido. Y la persona ya ida, metida en el rio, “¿Se van o se quedan?”

Y le dije: “No, tengo que ir.” Y así fue como crucé con mis hijos.

Si me preguntan todo el trayecto de México, yo no me acuerdo de nada porque nos dejaron la primera parada que nos hizo la persona que nos fueron a dejar como en un lugar desierto y no nos dejaron agua. Entonces, a pesar de que era diciembre, en México estaba caliente. Y las personas, habían hombres y mujeres, y yo sola con los niños. Y nos dijeron a las señoras que nos quedáramos aquí para no echar menos y los hombres fueron a buscar agua.  Y encontraron una. Yo las conozco como canoas donde hay agua para las vacas y los animales. Y tomamos de esa agua y de esa agua que tomaban los animales tuvieron que tomar mis hijos porque no había otra y entonces mis hijos se enfermaron con vómitos. Entonces, todo el trayecto yo no me di cuenta cómo crucé México porque para mí, ellos venían malos, malos. Yo pensé “Mis hijos se me van a morir.”

“Hice ocho días. Por Dios mío, ocho días hasta la frontera de aquí a Arizona. Ocho días.”

Caminado (y) en carro una experiencia que me quedó bastante, no sé cómo decir la palabra pero algo como traumático porque nos metieron en un camioncito donde parecía como que vendía leña. Pero en la parte de abajo había un espacio así y éramos bastantes. Entonces empezaron a poner a las personas primero y todas así paradas nos íbamos acomodando y a mí, por los niños, me dejaron de último y nosotros veníamos encima, acostados de todas las personas. No podíamos hablar, no supimos cuanto tiempo exactamente dos o tres horas tal vez. Fue algo horrible para mí y para mis hijos. Cuando llegué yo después me contacté con mi esposo. No sabía que él estaba aquí.  Y aparte, pues, de eso no tenía yo a nadie más, a nadie más.

(Tuve el poder hermoso) siento, que por mis hijos. Mis hijos creo que me dieron –nos dieron esa fuerza. Porque no teníamos nada. Como tal vez, un año que durmieron completamente en el suelo porque no teníamos nada. Tal vez mis hijos ya no se acuerden.. qué, pues, hasta después que ya empezamos a trabajar. Yo empecé con un trabajo que jamás en mi vida me imaginé que iba a hacer. Porque yo he trabajado solamente en oficinas ¿verdad? Era muy buen trabajo y aquí pues me dedico a la limpieza de casas. Muy diferente a lo que yo tenía, pero me tuve que quedar obligada  por parte pues del idioma, de quedarme en ese trabajo por mis hijos. Este trabajo me permitió estar con ellos, compartir en las escuelas, en estar en paseos. Que para mí, yo les digo: “Apoyen.” Es muy importante para los niños, para el futuro de ellos. Prácticamente porque veo, creo que uno es el responsable de la educación de sus hijos.

 

La cronista Elida Leal es originaria de Guatemala. Elida asistió al taller Compartiendo Historias de La Experiencia Latina que se llevó a cabo en la biblioteca Cesar Chávez en Oakland.

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