Muchas mujeres han tenido un impacto en mi vida y me han ayudado a moldear quien soy. En general, diría que las mujeres en mi vida son las que me han ayudado a moldear quien hoy soy. Aprovecho esta oportunidad para escribir sobre el profundo impacto que mi madre ha tenido y sigue teniendo en mi vida. Es fácil romantizar a nuestras madres, así que con cuidado describiré quién es, cómo se siente, a qué sabe y cómo se ve. Lo haré en homenaje a su presencia en mi vida y para entenderla mejor.
Anoche soñé que mi madre quería huir y viajar por el mundo. ¿Por qué no lo haría? Fanny Enríquez Parra se casó con mi padre Jaime Enríquez Miranda cuando tenía 17 años de edad en un pueblito pequeño y marginado de Colombia llamado Ipiales. Según mi papá, mi mamá se casó con él porque su verdadero amor la había rechazado. Ahora, después de 40 años de matrimonio, mi mamá ya no considera que mi papá sea su esposo. “Somos mejores como compañeros de habitación”, me dijo, “y me respeta más, y tengo independencia; nos cuidamos”. Mi papá tuvo varios romances con otras mujeres mientras yo estaba creciendo. Mi mamá renunció a su sueño de convertirse en abogada para criar a mi hermana, a mi hermano y a mí. De acuerdo con nuestra comunidad y nuestras tradiciones, “su lugar” era ser ama de casa.
Nos crió con mucho amor, honestidad, risa y valentía.
“Mi mami es como las manos suaves y cálidas que soban mi pancita cuando me duele; es como las sábanas limpias cuando entran en contacto con la piel; como el fuego quemándose lentamente cuando está lloviendo. Ella es entera y gentil, como la piel contra la piel caliente; como quedarse en la casa durmiendo durante un día de escuela y no preocuparse por nada, y comer arepas con mantequilla juntas en la cama. Ella es como una deliciosa comida que se asienta en el estómago. Ella es como la hora del día en que la noche se encuentra con el día y el aire, puro y refrescante, está lleno de energía.”
Mi mami sabe a caldo de pollo con papas, maíz y comino; como un vaso de leche caliente con miel cuando no puedo dormir; como el jugo de mora, maracuyá y lulo. Ella sabe como las últimas lágrimas que caen y quedan en las comisuras de la boca. Mi mamá sabe a cuy y plátano verde con limón y sal. Ella sabe como al arroz con leche, como a la canela que cura mis calambres, como la agüita de matico que cura mis dolores y mis temores. Ella sabe como al dulce en la lengua cuando pude contarle mi primer experiencia sexual, de cuando probé las drogas, de cuando me enamoré, de cuando cometí errores.
Cuando veo a mi mamá veo tranquilidad y restos de tristeza que creció con el paso de los años.
Mi mamá mide un poco menos de cinco pies de altura, tiene la tez clara y cabello castaño oscuro, y no “se acuerda” cuándo nació, si en 1945 o 1947. Estoy segura de que sus arrugas no son de vejez, sino de no tener la libertad de dejar a mi padre cuando se sintió que no era querida; de no tener la libertad de ser ella misma incluso cuando rechazó instituciones como la iglesia y el gobierno y desaprobaron de ella por hacerlo. Mi ma es la segunda más joven de nueve hermanos, y en sus primeras fotografías de la escuela se ve como una niña curiosa, con ojos serios, un sentido de entendimiento propio y un uniforme que heredó.
La fortaleza de mi mami proviene de ser auténtica con ella misma, no sin complicación. Incluso cuando durante muchos años la contuvieron, ella era un alma libre. Ella es abierta a todo tipo de ideas, movimientos y cambio. Admiro su capacidad de entender a otros con tal amor y compasión, para navegar múltiples mundos y navegar el mío sin temor o prejuicio. Quiero ser como mi mami en este aspecto. Estoy muy orgullosa de hacerle homenaje con mi obra, a medida de que llego a darme cuenta de cuánto ha hecho por mí, y a medida de que veo cómo ha cambiado y cómo envejece.
Todavía tengo mucho que aprender de ella, sobre ella y sus experiencias. Estoy comprometida a decir mi verdad y aprender de mí misma para que mis emociones y palabras no se me atoren en la garganta. Me siento afortunada de ser la hija de mi madre y de tener la libertad que ella nunca tuvo cuando era más joven: la libertad de decir mi verdad, sin miedo. Me siento honrada de tener esta oportunidad para que mi voz tenga fundamento, conectarme profundamente con otras mujeres y hacer vínculos entre nuestras historias de origen, migración y pertenencia; nuestro papel como líderes en nuestras comunidades y lo que debemos hacer para esculpir espacios para los que vienen.
La cronista Mónica Enríquez-Enríquez es una persona de color, queer, nacida y criada en Colombia que migró a los Estados Unidos en 2001. El arte para ella es un sitio para el activismo comunitario y la participación así como un sitio donde cuestionar la opresión institucional y desafiar las construcciones normativas de género, deseo, ciudadanía y nación. La historia de Mónica fue redactada durante el taller de CLF (Fundación Chicana Latina) The Power of Storytelling (El poder de tu historia).
Atento saludo. Hace muchisimos años tuve el privilegio de escuchar en cassette una linda cancion que lleva por titulo De mi madre, me dijeron que era interpretad por ti, no es posible volver a escuchar esa cancion, si bien es cierto ya hace mucho tiempo, pero la tecnologia esta muy avanzada.