A propósito del 10 de mayo, con su permiso y el perdón de los escritores, les quiero compartir algunos recuerdos sobre mi madre María de la Luz Zamilpa, que ahora tiene 16 años cuando esta despierta y 87 cuando está dormida.
Mi madre engendró pocos hijos y miles de ideas, no fregaba pisos ni cacerolas (no le daba tiempo) limpiaba empeñosa su camino cada día, fregaba al destino, tenía libre el pensamiento, glamorosa, sin dios y sin diablo.
No nació ella, se hizo ELLA, construyó su propio mundo, el de una mujer sensible, fuerte y hermosa, se reconoce y se quiere tal y como es para si.
La vi abrir escuelas de maestros, de guerrilleros, la vi levantarse de madrugada para ir a enseñar a leer a los ciegos, la vi abrazar y enseñar a cientos de mujeres indígenas a mirar con el corazón, a defender sus derechos y la igualdad de condiciones.
El poder sobre su pareja no le interesaba, estaba demasiado ocupada construyéndose, aprendiendo a gobernarse a si misma. También sabía de modas, perfumes, sedas y almas, manejaba bien su seducción, atraía a mujeres y a hombres a casa, venían a aprender de ella, de su conocimiento sobre organización, conciliación y relaciones personales, sobre educación y política.
“Generadora de su propia historia, rebelde, visionaria, tenía muy claro cuál era su papel en la vida, ser feliz y hacer felices a todos los seres a su alrededor, es bondadosa y pródiga como árbol de pan, nunca vi a nadie llegar a la puerta de mi casa a pedir su ayuda e irse con las manos vacías.”
Entre mis padres no había competencia, cada uno se complacía en su vivir, ni lucha ni victoria, ni derrota, cada uno su propia senda. Creo que mi padre siempre se supo perdido y encontrado frente a esta mujer, nunca entró en competencia ante tal grandeza de humildad, ella a cambio, lo dejó fluir como río, le dejó vivir su propio flujo de locura y libertad.
Mi madre no esperó a que le dieran sus derechos, simplemente los tomó y los siguió tomando también para dar a los demás, si mi padre no quería bailar, bailaba sola, la seguridad no se la daba mi padre, se la daba ella misma, EL PARAISO ESTABA EN SUS PROPIOS OJOS, VOLABA SOLA, sigue volando.
Nos enseñó a sentirnos en casa en cualquier sitio, supo ponernos sobre un mundo femenino cálido, amoroso, fuerte, creativo, luminoso de mujeres especiales que se convirtieron en imprescindibles, seres alados para mi: como Imelda la ciega, mi abuela María Luna, Irma Valencia, Alicia Nava, mi nana Santa, presencias eternas, redes amorosas de protección.
Ella, mi madre sabía que las madres no pueden solas, que necesitan formar ejércitos de crianza compartida, que el amor se comparte entre los hijos de la tierra, que el amor implica a todos en el cuidado de cada ser humano.
Mi madre nunca juzga, acompaña, contiene, abraza, comprende, no cuestiona, todo lo vive desde su esencia independiente, valiente, delicada, inteligente, sensible, no cree en absolutos, nada es mas cambiante y complicado para ella que las relaciones humanas, cada ser es especial y delicado, puede ver la belleza de cada persona aún mas que la persona misma.
No espera que nadie le guié en su camino, ella elige, soberana y esclava de su propia vida, se levanta cada mañana orgullosa y bendita de ser ella.
La cronista Maricela Figueroa Zamilpa es artista visual. Nació en Guerrero y vivió en Oaxaca, D.F. y Morelos. Ahora se dedica mas a la foto.
Hermosa remembranza de una hermosa mujer, que dejó huella a su paso.
Tuve la oportunidad de conocerla y ser su alumno.