La historia de mis madres. Seis años después de que empecé a buscar un bebé en adopción, estoy aquí sentada, mirando a su madre, Con sus hermosas y delicadas manos, con una voz suave y ojos tristes, me cuenta su historia.
Tres años antes, ella era una mujer de 17 años que residía en el Golfo de México, se enamoró y posteriormente quedó embarazada. Esta joven mujer, llamada Erendira, amaba a este hombre, pero él no quería casarse con ella. La madre de Erendira estaba muy enojada, pues esto significaba que iba a tener que hacerse cargo económicamente de su nieto. Después de que nació el bebé, un niño, la madre denunció al padre biológico y lo llevó a los tribunales diciendo que era el padre del bebé de Erendira y que debía pagarle manutención. Cuando llegaron al tribunal, el padre biológico dijo que el bebé no era suyo y que Erendira “se acostaba con varios”; el juez le creyó. Sus mentiras rompieron el corazón de Erendira y enfurecieron tanto a su madre que la amenazó y le dijo que si alguna vez quedaba embarazada de nuevo, se llevaría a este hijo lejos de ella.
Tres años más tarde, el hombre volvió a la vida de Erendira y se amaban tanto que quedó embarazada otra vez. Antes de que ella le pudiera decir que estaba embarazada, él le dijo que había embarazado a otra muchacha y que se tenía que casar con ella. De manera que él nunca se entera de que ella está embarazada de nuevo. Por temor a que su madre se lleve a su hijo lejos, Erendira le miente y le dice que tiene que irse a la Ciudad de México para trabajar. Erendira llega a un convento y allí conoce a una mujer llamada Luzma, quien la llevo a su casa. Luzma promete ayudarla a encontrar una familia adoptiva y, eventualmente, Erendira se encuentra sentada frente a mí, la mujer que adoptará a su bebé que está por nacer.
Erendira acaba de tener a su bebé, Maria Guadalupe. Con un día de edad y ahora está en mis brazos, decidimos cambiarle el nombre a Paloma Citlali Martínez. Envuelta como un pequeño tamal, nos vamos a la casa de mi querida amiga Mariana y cuatro meses más tarde llega la fecha para presentarnos en el tribunal y hacer que Paloma sea legalmente mía. Estamos ante el juez y yo no puedo entender lo que está pasando porque no hablo muy bien español. El juez pregunta a Erendira si está renunciando voluntariamente a sus derechos sobre su hija, y ella contesta que sí. Después de muchas preguntas, nos llevan a la sala de espera.
“María Guadalupe” tiene cuatro meses de edad y es la primera vez que Erendira la ve desde que dio a luz. Cuando le pregunté si quería cargar al bebé, ella la tomó en sus brazos y caminó por la habitación hablando tranquilamente con ella. Después de treinta minutos, el juez salió y nos dijo:
“María, ahora usted es la madre de esta niña”. Una vez que firmé los papeles, sin poder hablar, observé que Erendira aún cargaba en sus brazos a su hija, mi hija. Cuidadosamente, me acerqué a ella y le dije: “es tiempo”, y pude ver en sus ojos llenos de lágrimas la valentía, el dolor y el amor. Cuando me entregó a Paloma, la llevé con Mariana y luego abrace fuertemente a Erendira, la miré a los ojos y le dije: “gracias Erendira, gracias”.
Cuando logré llegar con mi bebé al viejo Volkswagen de Mariana, me sentí abrumada y empecé a llorar. Mariana me preguntó con una fuerte voz: “¿por qué lloras? Deberías estar feliz”. Yo le contesté: “la única razón por la que yo tengo a esta bebé en mis brazos y no ella es porque yo tengo dinero y ella no, y eso me hace sentir muy triste”.
El día 4 de junio de cada año, celebramos el día de la adopción en honor a Erendira, como una manera de darle las gracias; y cada vez que miro en los ojos de mi hija, en los ojos de su hija, puedo ver el valor y la dulzura de Erendira.
La cronista Paloma Citlali Martinez es estudiante universitaria en el norte de California con especialización en trabajo social de Gerontología.