Pisca de amor


Me llamo María. Quiero hablar de dos personas que marcaron mi vida. Una de ellas es mi mamá porque mi mamá siempre fue una persona muy fuerte. Ella se quedó viuda, pero tuvo ocho hijos. Una cosa que recuerdo de mi mamá es de que siempre ella estaba trabajando de seis de la mañana a seis de la tarde.  Y casi no teníamos oportunidad de verla. Nosotros éramos una familia muy pobre y yo lo que he aprendido de mi mamá es que la pobreza no tiene nada que ver, de que siempre debemos ser bondadoso, estar alegres y estar conformes con lo que nos da la vida.

Yo recuerdo una vez de esas tantas navidades que todo el mundo tenía su arbolito, sus regalos y mis hermanos y yo siempre estábamos esperando la llegada de mi mamá y  me acuerdo que ese día ella llegó casi a las diez de la noche.  Pero ahí, ella llegó con unas bolsas cargadas de comida. ¡Fue una navidad tan bonita! Porque ella luego luego llegó, compró sus pollos, nos hizo ensalada, nos hizo la sopa, nos trajo una piñatita y también nos hizo ponche. Ese mismo día, agarramos una rama y la adornamos como si fuera nuestro arbolito de navidad. Esa es una navidad que nunca voy a olvidar.  Por eso yo admiro a mi madre.

La otra persona que admiro mucho es mi abuela porque pienso que mi mamá siguió el ejemplo de mi abuela, y a su vez, pues a nosotros nos han enseñado siempre a ayudar a nuestro prójimo. Y mi abuela me acuerdo también que era una persona muy fuerte. Era muy difícil para ella mostrar sus sentimientos porque ella fue una persona que pasó por la revolución. Ella tuvo quince hijos y de los quince todos casi se murieron de hambre y nomás le quedaron cuatro hijos.  Y mi abuela fue una persona muy caritativa. Ella se quitaba el saco para dárselo a alguien  y por eso, yo siempre la he tenido como mi ejemplo a seguir. Y me acuerdo una vez que mi abuela (ella es de Puebla) hacia su mole. Mole poblano. Y lo hacia bien riquísimo.

A mi me encantaba porque el olor de cuando estaba dorando los chiles, el ajonjolí, el chocolate, la tortilla, el pan. Y crecer así con esa imagen de mi abuela, ya de grande yo quise hacer ese mole. Me acuerdo de cuáles eran todos los ingredientes, pero no me salía igual.

“Y yo una vez le dije a mi abuela: –ey, abuela estoy siguiendo todas tus instrucciones. Pero no me sabe como a ti– le dije.

–Es que, ese es secreto de familia. –me dijo.

–Sí, sí, pero ¿cuál es tu secreto? Si yo le he puesto todo lo que tú me has dicho…”

–Es que cuando tú te metes a la cocina no debes estar enojada– me dijo. –Debes de hacerlo con gusto, debes hacer tus cosas que te gusten, que las sientas. Entonces lo que a ti te falta es echarle esa pizquita de amor para que toda tu comida te salga bien.

Y entonces yo me llevé eso en la memoria. Y ahora cada vez que guiso, le echo esa pizquita de amor y ahora todo lo que hago me sale rico.

 

La cronista Maria Jimenez compartió su historia en el taller Lideres Campesinas: Sembrando el Futuro en Greenfield, California.

 

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