Curación en progreso


Cuando tenía ocho años, mi abuelo abusó sexualmente de mí. Nunca se lo dije a nadie. Desarrollé muchas inseguridades y mientras crecía, mi cuerpo se desarrolló. Quería ser invisible porque para mi pesar me salieron pechos, caderas y pompas. Mi cuerpo me estaba traicionando. Mi mamá y mi papá tenían muchos problemas. Mi papá maltrataba física y verbalmente a mi mamá y la falta de control de mi mamá hizo que me maltratara físicamente a mí. Lidié con la falta de control al estar muy enojada. Este coraje irónicamente me hizo desarrollar un sentido de poder.

Aunque empezó de forma muy dañina, esta rabia y rebelión me permitieron ser yo, una persona multifacética. La primera en ir a la universidad y graduarse, al principio para alejarme de mi familia, pero luego para hacerlos sentir orgullosos. La necesidad de probarles que tenía poder, y la lealtad a mi familia, cultura e identidad me hicieron sentir que estaba divida.

Me gradué y comencé a trabajar en justicia social. Años después, me casé con un hombre maravilloso y que es mi compañero en todos los sentidos de mi vida. Es en verdad un reflejo de mí In Lak Ech. En 2007 me embaracé por primera vez. Adoré a ese bebé desde el momento en que hice pipí en la prueba de embarazo, pero tuve un aborto no provocado y lo perdí. Todo el poder y fortaleza desapareció en un instante.

“Mi vida no tenía sentido. Lloré la pérdida, pero más que nada dudaba de mi condición como mujer. No podía hacer la cosa más natural en el mundo: tener un embarazo a término.”

Todas mis inseguridades regresaron al mismo tiempo. Al punto que pensé que había llegado al abismo y consideré no vivir más. Entonces me volví a embarazar ‘por accidente’. Nació mi primera hija Tonantzin. Los primeros tres meses fueron un gozo, pero cuando tuve que regresar a trabajar, todos mis temores, inseguridades y ansiedades sobre la agresión sexual regresaron.

“¿Cómo proteger a mi hija?”

Mi compañero y yo decidimos tomar turnos para que nuestra hija estuviera conmigo o con él a todo momento. Puse a mi esposo a prueba. Los interrumpía en momentos inesperados porque temía por la seguridad de mi hija. No se trata de que no confiara en él, sino que había confiado en mi abuelo y me había lastimado. Mi compañero lo entendió. No sé cómo o por qué, pero no tuvo problema con que lo pusiera a prueba. Si yo hubiera estado en su lugar, me hubiera sentido lastimada, pero él entendió.

Dos años después, tuve a mi segunda hija Xitlali con la que lidie un poco mejor. Seguimos turnándonos y seguí nerviosa de que alguien más la cuidara. El año pasado me embaracé por cuarta vez. Me enteré que estaba embarazada de gemelas, las dos niñas. Ya van a cumplir un año. Tengo cuatro hijas. Por el momento, mis temores tienen base en las estadísticas nacionales: una de cada cuatro mujeres será abusada. Esto me provoca un gran temor. Tengo cuatro hijas: Tonantzin, Xitlalli, Metzli y Yoltzin y ellas son mi razón para continuar curándome.

 

La cronista Martha A. Noyola dice: Soy una fuerte Activista Xicana. Soy madre de cuatro Xicanitas que son mi bendición y mi fuerza.

 

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