Ceiba


Ceiba no fue lo que esperaba.

“Mi mami me compartió historias acerca de este mágico y tropical lugar, donde la música Punta llenaba las calles y gente de muchos tonos de marrón paseaba a orillas de la playa.”

Durante mi infancia, yo fantaseaba acerca de este lugar; era tan mágico desde mis pensamientos, como ma’ lo describía. Cuando me hice adulta, visité Ceiba, pero las imágenes de este mágico lugar no correspondieron a la realidad que visité.

Cuando salí de Ceiba, me sentí más triste que feliz de haber decidido visitar el lugar. Me subí a un ferry desde la isla de Roatan hasta la ciudad costera de Ceiba, en la parte continental de Honduras. Yamileth, mi hermana, a quien iba a conocer por primera vez, vino en autobús desde San Pedro Sula hasta Ceiba. Esperé cuatro horas a que llegara su autobús de la ciudad. Cuando la conocí, sentí una gran alegría y la abracé de parte de nuestra madre, pues no se habían visto desde hace veintisiete años. Nuestra madre no puede salir de Estados Unidos, y mi hermana no puede salir de Honduras. Por otro lado, yo, la única ciudadana estadounidense en el triángulo, soy libre de moverme de un lugar a otro. Yo era la conexión entre madre e hija, mujeres separadas por fronteras, por leyes, por documentos y por el tiempo.

Me encantó poder abrazarla y estudiar su piel, sus rasgos y sus gestos. Pude ver a mami en ella. Dudo que ella pudiera ver a nuestra madre en ella misma, pues mi hermana mencionó que no tenía ningún recuerdo de ma’. Ceiba me recordó esto, pero no escuché música Punta ni tampoco fui a la orilla del mar.

 

La cronista Lulu Matute nació en Chicago, hija de inmigrantes hondureños. Actualmente, es estudiante en Berkeley, CA, una mujer que forma parte de la primera generación de graduadas de la escuela secundaria y estudiante universitaria, homosexual, empresaria y defensora de la justicia social.

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