Mi Ma Mi historia


Soy educadora, nativa de San Francisco, y soy producto de un sistema escolar público que a menudo enfrentaba grandes deficiencias y una mala calidad de la educación; sin embargo, hubo aquellos pocos maestros que fueron capaces de tener un impacto en mí y motivarme, unos animándome a superarme, otros obligándome a demostrar que estaban equivocados en tener las bajas expectativas que tenían de mí.

Cuando era estudiante de secundaria, en la escuela en la que estamos hoy, mi consejero, a quien yo admiraba y deseaba ser como él, me contestó una vez diciendo: “no tengas tan altas expectativas, eres bonita, estoy seguro de que conseguirás un buen marido”.

Como pueden ver, él tenía la misma baja expectativa acerca de mí que la sociedad e incluso mi familia tenían de mí. Mi familia pensaba que la educación superior no era para nosotras, las mujeres no dejaban su casa para ir a la universidad; sólo dejaban su casa para casarse y, en mi opinión, sólo iban de una situación controladora a otra.

Me sentía confundida y estaba completamente indecisa acerca de lo que quería en la vida. Lo que sí aprendí y de lo que pude darme cuenta fue de lo que no quería, debido a mi entorno. Aprendí ese proceso de imitación y, a menudo, intento darme cuenta primero de lo que no quiero – convertirme sólo en la esposa o sirvienta de alguien.

Me apoyo en los hombros de una amorosa abuela con una gran fuerza de voluntad, quien me crió y fue la líder no reconocida de su familia, que recién acababa de emigrar a este país desde México.

“Ella mandaba en nuestra casa con un fuerte carácter; lanzaba zapatos, jaloneaba el cabello; e insultaba nuestra estupidez sin si quiera utilizar una sola grosería. Ella era analfabeta, pero no tenía ni un pelo de tonta, y no había manera de hacerla quedar mal;”

era estricta y muy respetada; era la proveedora, cuidaba y ayudaba a mucha gente, incluso a familiares lejanos o a los hijos de su comadre en su país.

Cuando yo era joven y rebelde, juré nunca parecerme a ella, nunca pude entender su manera controladora de ser. La perdí cuando tenía 17, me quedé con tantas preguntas sin respuesta, tantas cosas sin decir; no obstante, me di cuenta de lo mucho que aprendí de ella, y cuando me convertí en madre y matriarca de mi casa, su espíritu es el que me canalizó para poder tomar buenas decisiones para mi familia.

Cuando lanzo mis zapatos, los cuales esquivan muy bien mis hijos (al igual que yo lo hacía a su edad), es mi ma en mi interior. Todos le decíamos ma. Sus hijos y nietos crecieron con mami. Ahora, mis hijos me dicen MA, sin saber que representa el mayor honor que pudieran hacerme.

Soy educadora y, como profesional en cuidado infantil, he tenido cerca de 1,000 estudiantes en los 25 años que llevo en el campo. Me han llamado mentora. Soy una estudiante de por vida que no ha perdido el compromiso con la educación superior. Soy estudiante de reingreso, terminando mi maestría en liderazgo organizacional. Aún tengo las cicatrices que me dejó mi educación de mala calidad, he tenido que aprender y reaprender para enmendar muchos errores. Sin embargo, ahora estoy comprometida a convertirme en administradora en escuela pública y quiero ayudar a construir un puente para ayudar a que nuestra familia morena y negra se sienta empoderada y bienvenida como compañeros en el aprendizaje. Por último, soy una madre para las heroínas.

Recientemente, mi momento de mayor orgullo fue la graduación de mis gemelas. La sociedad y las estadísticas nos han indicado que no se puede alcanzar este nivel de grandeza debido a nuestros ingresos, al lugar de dónde venimos y a la falta de educación de nuestros padres; sin embargo, ellas lo han logrado.

Son producto de la pobreza. Mis abuelos llegaron a este país sin nada. En nuestra familia, contamos con una larga lista de trabajadoras domésticas y de limpieza, y ellas son de las pocas bisnietas de mi Ma y Pa que han podido presenciar la grandeza que representa una educación.

Quiero que todas las familias de color experimenten esta explosión de orgullo que se produce cuando nuestros hijos logran obtener una educación, que es la única clave para que salgamos de la pobreza.

“Creo que cuando un latino habla, un latino escucha.”

Soy hermana de hermanos que alimentaron un sistema que es la vía directa de la escuela a la cárcel en Chicago. Uno estuvo más de 20 años y el otro alrededor de 15. Las pandillas los hundieron, y para cuando tenían 15 y 17, ya habían escrito su historia con los Reyes Latinos (Latin Kings), y estaban dispuestos a morir por sus hermanos… los mismos hermanos que les dieron la espalda cuando se fueron a juicio y enfrentaron una condena en la cárcel.

 

La cronista Melissa Serrano es nativa de San Francisco, California, E.U.A.

 

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