Tejidos


Nunca nadie me leyó, pero crecí rodeada de historias… de cuentos de “el terre”, o la patria, que contaba mi padre, uno de los primeros braceros en llegar al valle de Salinas desde su pueblo en Guanajuato; mi madre también me contaba historias cuando se sentaba a su máquina de coser y hacía vestidos para mis hermanas y para mí.

Nuestra casa se convirtió en el lugar de parada en la migración de otros familiares. Las primeras olas fueron de hombres. Se reunían en el patio trasero, hacían una fogata, y contaban historias. Al seguir como sombra a mi padre, siempre ocupé un lugar a sus rodillas. Las noches estaban llenas de anhelo por las familias dejadas atrás, salpicadas de un llanto tan fuerte que subyugó permanentemente mi alma.

También había risas cuando un tío retaba a otro a una ‘topada’, en la que tenían que crear una rima o verso para demostrar su capacidad de ser gracioso, ágil y salir airoso.

Más tarde, las olas fueron de mujeres y, como se solía hacer entonces, después de un día de trabajo acompañaban a mi madre a coser. Las que no sabían coser pronto aprendían. Si una ocasión especial estaba próxima, se hacían los preparativos para visitar la tienda de telas para buscar el material perfecto para un nuevo vestido. Cuando nos sentábamos y hacíamos las bastillas o cortábamos patrones, las historias invariablemente se tejían entre sí: historias de la llegada de la madurez, cuentos de esperanzas y sueños, todo tipo de historias.

La primera vez que viajé al lugar de origen de mis padres, me interesó haber descubierto un gran tejidor en la casa de mi tío. Las mujeres en la familia lo usaban para crear diferentes suéteres y vestidos con relieve. Durante esa época, cuando el campo ofrecía poco sustento, los hombres llevaban el trabajo artesanal de las mujeres a la capital para venderlo y sacar de apuros a la familia.

Los hilos que unen las prendas que cosíamos, así como el estambre entretejido en el hogar brindaba no solo artículos de vestimenta sino que también eran una forma de fabricar las historias de nuestras vidas. Tejíamos lo viejo con lo nuevo, generaciones más jóvenes unidas a las más antiguas que portaban una nueva vida en una nueva tierra.

Las palabras ‘textil’ y ‘texto’ comparten la misma raíz latina. Fue el escritor romano Quintiliano quien dijo que hay que entretejer nuestras palabras en el texto. Finalmente, el texto se refiere a la escritura como un todo. Les damos la bienvenida a entretejer las historias de sus vidas en esta página para que podamos comenzar a unir los hilos sueltos, como lo hacíamos en el cuarto de coser de mi madre y a la rodilla de mi padre. Entretejamos el pasado con el presente y sigamos entretejiendo los recuerdos, tradiciones y herencia de nuestros antepasados en un hermoso tejido.

Acerca de la cronista

Como coordinadora de difusión y educación Albertina Zarazúa Padilla es educadora y activista de la comunidad nacida en Monterey, California de una familia de trabajadores agrícolas. Padilla recibió una beca por logros de la California Association of Compensatory Education y entró en la universidad Mills College, en donde se convirtió en presidenta del cuerpo estudiantil. Albertina se jubiló hace poco de una carrera de 21 años de enseñanza en el Oakland Unified School District, en donde trabajó en juntas escolares de governanza y fue representante sindical para la Oakland Education Association. Albertina ha sido mentora en Círculo de Espejos de la National Latina Health Organization, y trabajó en la mesa directiva de La Clínica de la Raza.

Su servicio a la comunidad ha incluido su participación en el Teacher Advisory Board del Museo de Oakland en California; voluntaria en el programa Compassionate Care/NODA del Hospital Kaiser en Hayward, y entrenadora de la liguilla de fútbol juvenil Jack London. Albertina vive en San Leandro con su esposo desde hace más de 33 años y es una madre orgullosa de dos hijos ya adultos.

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