Después de la tempestad viene la calma


Desde el día en que nací, yo fui la alegría de mis padres. Tuve una infancia feliz hasta que cumplí siete. A partir de ese momento, y en lo sucesivo, todo cambió. Mi padre comenzó a actuar de manera diferente. Era violento y simplemente estaba enojado todo el tiempo. Yo tenía a mi hermana mayor, Jackie, ella tenía 10 años. Nosotras hablábamos acerca de cómo nuestro padre estaba actuando y del por qué estaba actuando de esa manera.

Recuerdo que siempre que regresábamos de la escuela, mi hermana y yo salíamos a jugar, él llegaba del trabajo a la casa y nos comenzaba a gritar porque estábamos afuera jugando. Nos agarraba del cabello o de la oreja y nos arrastraba hasta la casa para golpearnos con el cinturón. ¡Era terrible! Nos decía que nos pusiéramos de rodillas y que sostuviéramos el sofá sobre la cabeza, teníamos que permanecer así hasta que nos dijera que lo bajáramos. A veces mi hermana y yo no comíamos porque él nos decía que si nos levantábamos, nos iba a golpear de nuevo. Así que nos teníamos que aguantar y simplemente sentarnos allí y esperar y esperar.

¡Se nos salían las lágrimas de los ojos sólo de pensar hasta cuándo terminaría esto! Nuestros brazos se nos cansaban por estar levantando el sofá, ¡literalmente, permanecíamos así por más de 3 horas!

Mi madre no decía nada porque le tenía mucho miedo, básicamente la traumatizó física y mentalmente. Nada más se sentaba allí… mirándonos, casi lloraba de lo mal que nos trataba. Déjenme decirles que mi padre era un hijo del demonio. Una vez golpeó a mi hermana sólo porque tiró el refresco en el piso; se levantó de la mesa, se quitó el cinturón y empezó a golpearla. Yo me sentía muy triste y enojada porque no había nada que pudiera hacer, incluso aunque quisiera, porque yo era pequeña y él me daba miedo.

El resto de mi vida fue horrible y traumatizante. Mi hermana pequeña ya había nacido, y para cuando tenía alrededor de seis años, mi padre la golpeaba también, al igual que lo hacía conmigo y con mi hermana mayor. Una mañana, mi hermana y yo nos levantamos para ir a la escuela y, como de costumbre, mi mamá se levantaba tan temprano como nosotras. Recuerdo que, aquella mañana, yo estaba en el baño con mi mamá y con Jackie, lo único que se escuchaban eran gritos y lloriqueos. Yo entré en pánico y abrí la puerta, corrí al cuarto de mi madre y vi a mi papá golpeando a mi hermana pequeña con una rama, ¡ay, Jesús bendito! Me sentí tan enojada que no pude controlarme y le grité que se detuviera; corrí hasta el baño porque ya sabía que iba a venir por mí a pegarme con la rama también. Pues sí me alcanzó, me agarró del cabello y me aventó al suelo donde comenzó a golpearme. Mi madre le rogó que parara y entonces se detuvo. Sólo pude ver a mi hermana pequeña llorando en el baño lleno de sangre, era como una película de terror.

Desde esa mañana le dejé de tener respeto alguno. Yo le gritaba y no le hacía caso. Mi hermana mayor y yo nos enfrentábamos a él; no nos importaba si nos golpeaba, pues ya estábamos acostumbradas y ya ni si quiera nos hacía llorar.

Así pasaron 7 años. Mis papás se separaron cuando yo tenía 14 años. No quiero que me malinterpreten, yo sí quería a mi padre, a pesar de que no era el mejor padre y a pesar de que en lo único que era bueno era en pegarnos; sin embargo, un día me senté afuera y comencé a pensar lo bien que se siente estar todo el día al aire libre, sin alguien que te grite o te golpee por estar afuera.

“¡Me sentí feliz! Supe que desde ese día toda mi vida iba a cambiar y de hecho así fue.”

Yo iba a la escuela, regresaba y hacia mi tarea, después salía a jugar con mis amigos. ¡Me sentía tan bien! Me encantaba mi vida en ese entonces. Fue como si me hubieran quitado un gran peso de mis hombros. Terminé la escuela primaria, posteriormente fui a la secundaria y me fue muy bien. Cuando me gradué de la secundaria, comencé la preparatoria con el pie derecho, y ahora estoy en mi último año y todo ha sido fabuloso, gracias a Dios.

Mi madre ha sido madre soltera durante siete años y ha sido la mejor madre que nunca. Tuvimos problemas durante muchos años, pero ahora ella ha aprendido mucho de su pasado, y yo estoy contenta de que ella dejara a mi padre, porque si no lo hubiera hecho, entonces no estaríamos donde estamos ahora. Estoy tan emocionada de lo que el futuro traerá para mí, y para mi madre y hermanas y sobrinos. Me gradúo el 1 de junio y ahora iré a la universidad para especializarme en Justicia Penal. Quiero luchar y convertirme en una mejor persona, quiero mostrarles a mis hijos que sin importar en qué situación o circunstancia se encuentren, siempre hay que seguir adelante, porque la vida nos pone obstáculos que pensamos que no podemos superar, pero sí podemos. Dios nunca pondría algo en nuestro camino que no podamos superar. Me siento bendecida de tener a mi madre a mi lado y me enorgullece decir que es una mujer trabajadora que yo admiro. También me siento afortunada por mi hermana mayor que tiene dos adorables niños, unos jóvenes que son mis sobrinos. Ahora, tenemos una mejor vida que nunca y estoy agradecida por ello.

 

La cronista Joceline Romero tiene 18 años, dos hermanas y dos sobrinos. Su madre los crió como madre soltera. Su padre los abandonó cuando tenía 14 años de edad. Actualmente, esta terminando la escuela preparatoria. Quiere ir a la universidad para estudiar Justicia Penal. Es integrante de Líderes Campesinas.

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