No se ganaron nada. Dejen de ser tan egoístas: se sorprenderían de lo buena que sabe la comida casera.
Mi enojo, mi frustración y mi tristeza me llevaron al salón de clases. Cuando pienso en las oportunidades que estuvieron lejos del alcance de mis familiares, mis antepasados y mis amigos, me nace el deseo de convertirme en un factor del cambio. Quiero llegar hasta el final: quiero ser profesor, administrador, defensor, cómplice, colega, educador, estudiante, promotor e influyente. No me puedo dar el lujo de ir más despacio, hay demasiadas cosas por hacer. Quiero que mis estudiantes definan su éxito sin hacer comparaciones con respecto a su raza: quiero que sepan que el éxito y la inteligencia no son cuestiones intrínsecamente genealógicas ni biológicas. Quiero que tengan éxito, no gracias a su procedencia sino a pesar de ella.
Siento una rabia increíble hacia aquéllos con dinero que sienten que se lo han ganado de alguna manera, como si el sistema no los hubiera seleccionado. Para aquéllos con canchas de tenis, y jardines empedrados con estanques donde se sientan a contemplar la vida: ¿por qué piensan que sus hijos gobernarán el mundo?
Nuestra posición internacional como nación me repudia: ¿quién paga por las vidas que tomamos día a día? ¿Cómo nos “ganamos” el derecho de destruir a otros, a nosotros mismos y a la tierra en la que habitamos? Yo enseño y educo con la esperanza de eliminar la obtusa noción de que la vida no es un producto de suerte. No existe ninguna meritocracia. Todos somos producto de lo que nos han enseñado: aquéllos que se engañan con historias acerca de una ascensión en función de la autosuficiencia son unas víctimas más del sistema que los selecciona por su tenacidad.
Doy clases porque creo en la obligación que tengo hacia mis compañeros; doy clases porque considero que es correcto dar lo que tengo.
“Eso que supuestamente he ganado, se lo atribuyo a otros. Mi arduo trabajo nunca es solamente mío. No puedo pensar en nada que no hubiera logrado sin una red de apoyo.”
Para todos aquéllos que no se sienten apoyados: yo fomento la introspección que se necesita para masticar la humildad; enseño para dar crédito a aquéllos que se les debe: en el vacío de la humanidad y de la consciencia social, hagamos lo correcto porque es lo correcto, y agradezcamos las circunstancias que nos permiten darnos lujos.
No confundan mi petición de ser humildes como una debilidad o vulnerabilidad. Me enoja que las mentiras acerca del éxito han generado todo esto, es decir, la situación sociopolítica en la que nos encontramos. (Griten y griten en protesta por la educación) Conozco y tengo fe en este prolongado juego, una lucha de largos años para arreglar algo que fue roto a propósito. Puedo estar enojado y ser humilde; puedo estar frustrado y ser introspectivo. Mi odio y mi tristeza se queman juntas, y son el combustible que me impulsa a ayudar, a exigir igualdad, equidad, diversidad y reconocimiento.
Quisiera que el éxito fuera entendido como un producto de las circunstancias.
El cronista, Daniel David Reveles, es profesor estudiante en Berkeley, CA. Actualmente, está estudiando en la Universidad Estatal de San Francisco, con la esperanza de conseguir su licencia para enseñar con la certificación de BCLAD (Desarrollo Académico del Lenguaje, Bicultural y Bilingüe).